Así es como podemos empezar a transmitir a nuestros hijos la importancia de ayudar a los demás, relacionando su colaboración con las tareas de la vida cotidiana. Debemos permitir que nos ayuden en casa, reconocer sus esfuerzos por hacer las cosas (aunque luego tengamos que rehacerlas) y adjudicarles pequeños trabajos que sean de su responsabilidad.
Si desde bien pequeño conseguimos que nuestro hijo colabore en las tareas domésticas, crecerá con la idea de que colaborar forma parte de las rutinas habituales y, más adelante, las asumirá como naturales y las aplicará (después de todo un proceso educativo por nuestra parte) a otros ámbitos de su vida.
Algunos padres no permiten que sus hijos les ayuden a poner la mesa porque tienen miedo de que rompan un plato, se les caiga algo o coloquen todo en el lugar equivocado. Error. Si le ponemos trabas, nuestro hijo perderá confianza en sí mismo y no sentirá ningún interés por los trabajos en casa. ¿Quién no ha oído a padres (y, sobre todo, madres) lamentándose de lo poco que ayuda su hijo en casa? Cuando el niño crezca, de poco servirá que nos quejemos. Somos nosotros quienes, desde el principio, tenemos la responsabilidad de transmitir a nuestros hijos la importancia de colaborar, tanto dentro como fuera de casa. Desde el cole ya ponemos nuestro granito de arena. Tanto niños como niñas aprenden a fregar y secar los platos.