Es
beneficioso involucrar a los niños en actividades cotidianas como la cocina. Es
muy importante para el desarrollo armónico de la personalidad, pues, entre
otras cosas, enseñarles a elaborar alimentos fortalece el rol de cada una de
las personas que intervienen, hace que sea más sencillo asumir normas y responsabilidades
cotidianas y ayuda a generar hábitos alimenticios. En cuanto a las relaciones
familiares, vale la pena señalar que esta actividad también permite
fortalecerlos. Este espacio puede ser favorable para lograr una comunicación
efectiva entre padres e hijos, pues el contexto se presta para que ambos se
abran y conversen sobre variados temas, que pueden ir desde la pertinencia de
agregar uno u otro ingrediente hasta las dificultades que alguno de los dos o
ambos tienen en sus vidas cotidianas. Igualmente, el hecho mismo de cocinar
implica seguir una receta, que en términos prácticos se traduce en el
seguimiento de una norma. Con esto, los padres hábiles pueden enseñarles a los
niños que si bien es cierto que las normas hay que cumplirlas, es el criterio
de cada uno lo que permite darse cuenta de que estas no existen por capricho,
sino que hay una lógica detrás de ellas; es decir, que tienen una razón de ser
y una consecuencia que se sigue de su aplicación o incumplimiento.