La motricidad fina comprende todas aquellas actividades del
niño que necesitan de una precisión y un elevado nivel de coordinación. Esta
motricidad se refiere a los movimientos realizados por una o varias partes del
cuerpo, que no tienen una amplitud sino que son movimientos de más precisión. Se
cree que la motricidad fina se inicia hacia el año y medio, cuando el niño, sin
ningún aprendizaje, empieza a emborronar y pone bolas o cualquier objeto
pequeño en algún bote, botella o agujero. La motricidad fina implica un nivel
elevado de maduración y un aprendizaje largo para la adquisición plena de cada
uno de sus aspectos, ya que hay diferentes niveles de dificultad y precisión.
Para conseguirlo se ha de seguir un proceso cíclico: iniciar el trabajo desde que el niño es capaz, partiendo de un nivel muy simple y continuar a lo largo de los años con metas más complejas y bien delimitadas en las que se exigirán diferentes objetivos según las edades.
Para conseguirlo se ha de seguir un proceso cíclico: iniciar el trabajo desde que el niño es capaz, partiendo de un nivel muy simple y continuar a lo largo de los años con metas más complejas y bien delimitadas en las que se exigirán diferentes objetivos según las edades.